Calles abiertas a las hospitalidad, puertas abiertas labradas por el aire vespertino, fachadas fecundadas por la luz y las suaves sombras que entrelazan serenas filigranas de blancura. No tardará en caer la noche azul sobre las casas noriegas. En armonía, los farolillos, con su tenue resplandor, alegrarán las fachadas, las paredes, las piedras enmarcadas por las tiras. Y flotará en la noche ese rumor que sólo suele darse en los lugares donde florece la melancolía.